sábado, 11 de abril de 2009

La edad de oro

LA EDAD DE ORO.

Autor: Jose M. Burgos S.
Colaborador especial del blog inmigrantes en USA.

Es triste, muy triste encontrarse solo y desprotegido despues de haber entregado casi toda una vida a trabajar honradamente. Sí, es muy triste llegar a la llamada edad dorada y sentirse abandonado.

Y es que esta es una realidad muy dolorosa que viven muchas personas en el ocaso de sus vidas, cuando deberian disfrutar por lo menos, de un poco de tranquilidad en el aspecto económico que les permitiera vivir sin riquezas, pero decorosamente, ya que en aspecto afectivo, desafortunadamente, por los ajetreos de la vida moderna no les es posible gozar del afecto de sus hijos y sus nietos porque siempre están muy ocupados para dedicarles tiempo a ellos, que también fueron jóvenes, ahora sometidos al abandono del estado.

¿Algún alto funcionario del gobierno ha propuesto planes concretos para ayudar a las personas de la tercera edad? que yo sepa no. Es que todos queremos llegar a edad avanzada, ¡pero con la condición de no envejecer!

Causa mucha tristeza ver a los mayores, cansados, derrotados, con sus cabezas agachadas, impotentes y resignados a recibir cada año una limosna de aumento en sus pensiones de retiro completamente desproporcionada al incremento real del costo de la vida.

Las personas mayores con ingresos reducidos, no deberían pagar impuestos (ya lo hicieron durante muchos años) ni el aporte cercano a cien dólares al Medicare.

Los medios noticiosos informan sobre proyectos de reformas en la inmigración ilegal, de los impuestos a las ventas, de los precios de la gasolina, de estadios, de túneles, pero de quienes trabajaron duro y pagaron impuestos durante décadas, no se dice nada, ¿por qué esta indiferencia? ¿Olvidan los legisladores a los más vulnerables, porque ellos sí gozan de jugosos ingresos?

La ancianidad pasa a un último plano porque es más importante la construcción de un nuevo estadio para la ciudad, que generará empleos durante su construcción, pero que después sólo dejará deudas, ¿no sería más conveniente atraer inversionistas de industrias que generen empleos permanentes?

Las personas que están viviendo el ocaso de sus vidas, merecen mayor respeto y consideración.


José M. Burgos S.

Favores y agradecimiento

El Nuevo Herald > Opinión
Opinión
Jueves, 04.09.09


OSCAR J. FRANCO O.: Favores y agradecimientos
By OSCAR J. FRANCO O.
Estamos viviendo una profunda crisis, en la cual individuos y familias se encuentran en precaria situación económica, inclusive sin poder cubrir necesidades básicas alimentarías, salud, educación de los hijos y pago de la hipoteca o renta de la vivienda. En estos durísimos momentos podemos encontrarnos en la delicada necesidad de pedir un favor a alguien en especial, para que nos ayude a resolver una situación de emergencia puntual.
Cuando pedimos un favor, lo podemos recibir o no. Sin embargo, una vez que un familiar, amigo o, inclusive, alguien que no esperábamos colabora con nosotros, comienza otra importantísima etapa. El agradecimiento por el favor recibido.
Esta etapa es muy delicada y a menudo causa serios problemas familiares, destruye amistades y en demasiados casos nutre los archivos de los tribunales, en todo el mundo.
Como nadie está exento de la necesidad de pedir un favor o de otorgarlo, conviene conocer los estudios del sociólogo Frank Flynn de la Universidad de Stanford. Lynn concluyó que, en términos generales, existe una relación inversamente proporcional entre el tiempo transcurrido desde que se recibió el favor y el agradecimiento por la ayuda recibida.
El paradigma inicial es: a mayor necesidad puntual, mayor agradecimiento puntual. Cuando una persona en momento determinado tiene una necesidad inmediata, inminente e imperiosa de resolver un aprieto, inicialmente valora muchísimo el favor y se siente sumamente agradecido y comprometido con quien le ayudó. En ese difícil momento es común decir: ''No sé cómo pagarte tu bondad'', ''Eres sumamente generoso/a'', ''Te pagaré lo más pronto posible'' o ''Te estoy eternamente agradecido'', ``Me salvaste''...
Por su parte, generalmente, quien hace el favor al principio no le da mucha importancia al gesto. Inclusive se piensa y se dice que es lo menos que podía hacer para ayudar. En ese momento de generosidad, es común oír: ''No te preocupes'', ''No es nada'', ''Págame cuando puedas'' o ''Siempre estaré a tu orden'', ``Para eso estamos''...
El paradigma complementario es: al disminuir la necesidad disminuye el agradecimiento. Para quien recibió el favor, una vez resuelto el problema y disminuida la presión de la necesidad, aunado al decorrer del tiempo, existe la tendencia de minimizar la importancia de la ayuda en aquel momento.
El recuerdo de la situación se distorsiona. Ya no parece que era tan grave y por lo tanto se agradece la ayuda, pero no con la misma intensidad, puesto que no hay, o desapareció, la necesidad. ``Fulano, me hizo un favorcito hace como un año y cada vez que puede me lo recuerda. Parece que quiere que le ponga una estatua''...
Por su parte quien hizo el favor, si recuerda vivamente la angustia y la premura de la otra persona. Además, lo que hizo, dio, prestó, facilitó, compartió, en fin, con lo que cooperó, adquiere más valor porque era algo que le pertenecía, tiempo que dedicó y/o esfuerzo que aportó y que ahora se menosprecia. ``Zutano estaba muy mal hace un año, lo ayude y ahora ni me llama para saludar. Se nota que ya no me necesita''...
Esencialmente hay un problema de comunicación. Para resolverlo es preciso conversar abiertamente con la otra persona y expresar nuestro punto de vista. Un diálogo parecido a al que sigue ayuda: ''Valoro mucho la ayuda que me prestaste hace un año. Fue crucial para salir del atolladero. Siempre te estaré agradecido''. Respuesta ``Fue un placer colaborar. Estoy seguro de que, de darse el caso, tú igualmente no vacilarás en ayudarme''.
Otra situación incómoda se produce cuando vemos a otra persona en apuros y ofrecemos ayuda ''para lo que sea'', ''por lo que quieras'' y ''cuando la necesites'' con muy buena intención, pero cuando llega el momento no respondemos a las expectativas que nosotros mismos sembramos. La persona, aunque no haya solicitado el socorro, se siente defraudada y decepcionada.
En esta encrucijada socioeconómica es esencial la solidaridad con quienes viven momentos angustiosos. Comprender las particularidades del comportamiento humano, frente a la necesidad de recibir un favor o la bondad del que lo otorga es muy importante, para manejar con sabiduría y comprensión, las dificultades que se puedan presentar.


Oscar J. Franco O.