Verde, pero no de envidia.
Oscar J. Franco O.
ofmediator@hotmail.com
Con el corazón a millón, invocando a todos los santos, Pedro abrió el buzón de correo. Busco hasta que encontró la carta que tenia meses esperando.
Con las manos sudorosas, la abrió y vio el tríptico “Welcome to the USA’. Sus ojos no se convencían, pero era verdad, habían recibido la hiperfamosa “Green Card”, o sea la
“Permanent Resident Card”.
Con lagrimas de alegría grito. Mariaaaaaaa, chamossssss, vengan. La familia entre asustada y asombrada por los gritos del papa, corrieron a la sala. Maria al ver el correo, dijo: “Que emoción, llego el pasaje para que mama venga a visitarnos tres meses”. Era lo único que ha Pedro le hubiese podido empañar el momento, pero fue fuerte y dijo:
“Lamentablemente no, pero es algo parecido. Nos llegaron las green cards. Somos residentes permanentes de los Estados Unidos de América.
Pedrito, el hijo mayor, como siempre muy observador dijo: “Papi estas equivocado esas no son las green card, fijate bien son blancas. A Pedro casi le da un infarto “Aquí dice que somos residentes permanentes, no vengas con eso”. Por si acaso llamo a su abogado, quien le dijo que efectivamente esas tarjetas fueron en su inicio verdes, pero el color lo habían cambiado.
Tranquilizado, Pedro reacciono como todo varón latinoamericano que se precie y aunque eran las 10:30 de la mañana, anuncio: ¡Esto merece un trago!, Maria, sírveme un güisqui. Ella lo vio con cara de pocos amigos, pero no quiso complicar la situación con un conflicto.
La celebración se prolongo y al día siguiente, Pedro se despertó a las 11 de la mañana, con la madre de todos los dolores de cabeza. Después de la sopita de pollo y las aspirinas, el flamante residente permanente, se acordó del porque de la celebración.
Pedro, hablo con su esposa, le pidió disculpas por haberse pasado de palos y por lo que dijo e hizo la noche anterior. Aunque no se acordaba de nada, seguramente había metido la pata. “Mi amor, al fin somos residentes, que tranquilidad, logramos nuestro objetivo, dame un abrazo”.
Media hora después (fue un largo abrazo), Pedro me llamo: “Nos llego la residencia, estamos contentísimos”. Después de que lo felicite, le pregunte que planes tenía para el futuro. “El lunes en la mañana voy a Caracas y me regreso en la tarde”.
¿Y eso, alguna emergencia familiar o de trabajo? “No pana, es que me quiero dar el gusto de cuando regrese al aeropuerto de Miami, en vez de calarme la supercola de visitantes y las miradas sospechosas del oficial de inmigración, las preguntas suspicaces y que me manden al cuartito; entrar al país por la cola de ciudadanos y residentes. Que los otros pobres mortales con visas B1, HB1, H4, L1, L2, WBZ, HY127 o como le digan, a las sopotocientos visas que existen, se mueran de envidia.”
“Tu sabes, nosotros los residentes, no tenemos esos rollos” me dijo riéndose con ganas del chiste.
La alegría de Pedro, refleja la culminación de los años, de esfuerzo personal, familiar, laboral y económico, que hacemos todos los que decidimos emigrar a este país.
Solo nosotros sabemos lo complicado, angustiante y onerosos que resultan los trámites. Vivimos con la angustia de que cada día las puertas para ingresar legalmente, se cierran mas y mas, complicando las posibilidades de lograr la residencia y eventualmente la ciudadanía.
Entendemos que la tragedia del 9/11, obligo con toda razón, a las autoridades de inmigración a ser mucho mas exigentes, por eso nos esmeramos en cumplir con la ley para obtener la residencia.
Solo espero que quienes lean esta anécdota y estén en la agridulce espera de resolver su situación inmigratoria, no se desanimen y continúen con tesón en el esfuerzo.
Pedro, por fin eres verde. Dios te bendiga.
jueves, 14 de febrero de 2008
lunes, 11 de febrero de 2008
Los inmigrantes estamos de duelo
Los inmigrantes estamos de duelo
Oscar J. Franco O.
ofmediator@hotmail.com
Publicado en el Nuevo Herald, Miami Febrero 8, 2008
Manuel y Gloria ya han cumplido dos años de haber inmigrado, pero no han podido superar las consecuencias de la separación física y sentimental de su país, de los seres queridos y de los amigos. El duelo que genera haber abandonado todo y a todos les afecta fuertemente en sus vidas personales, familiares y en sus trabajos.
El autor Joseba Achotegui, dice: ``Duelo es un proceso de reorganización de la personalidad que tiene lugar cuando se pierde algo significativo para el sujeto. La gran mayoría de las personas que emigran lo hacen dentro de un marco de esperanza y de búsqueda de un mejor futuro para ellos y de ser el caso para sus hijos. Otros lo hacen en circunstancias agobiantes, por razones económicas, políticas y/o de seguridad personal que los obligan a tomar esa decisión.
En ambos casos, la realidad impone pérdidas que nos ocasionan duelos, los cuales afectan a unas personas más que a otras y de diferentes maneras. Inclusive, el stress que se vive, por la angustia del duelo, puede afectar la salud de las personas.
Los estudiosos de la materia han concentrado este síndrome del duelo del inmigrante en siete aspectos básicos.
• Duelo por la separación de familiares y amistades. Obviamente quedan atrás seres muy queridos, cónyuges, padres, abuelos, hijos, hermanos, et ad. Son afectos de intensa conexión, que son prácticamente imposible olvidar. Sin embargo es necesario superar el trauma de la pérdida del contacto directo.
• Duelo por la lengua materna. Son contadas las personas que emigran a países en los cuales se hable otro idioma y lo dominen. Muchos de los inmigrantes a EEUU manejamos el inglés con diferentes grados de eficiencia y fluidez, pero muy difícilmente como nuestra lengua materna. Esto impone limitaciones obvias.
• Duelo por la cultura. Será mayor o menor dependiendo del lugar donde uno se radique. Para el inmigrante latino no es lo mismo vivir en Miami, Florida, que en Omaha, Nebraska.
• Duelo por la pérdida de los paisajes, la tierra, el clima, el ambiente. Es común oír expresiones como ''en mi país el clima es mejor'', ''las playas son más lindas'', ''nada como mis montañas'', ''mi ciudad es mucho más agradable'', etc. Todas estas expresiones reflejan que estamos ligados afectivamente a la tierra en que crecimos. Para las personas los paisajes no están conformados únicamente de mar, sol, playa, campo, llano y montaña, se les suman recuerdos, vivencias y experiencias.
• Duelo por la pérdida del status social y profesional. Cuando emigramos dejamos atrás un abanico de factores que constituían nuestro entorno y abandonamos para integrarnos a una sociedad completamente diferente. Además de lazos sentimentales profundos y bienes materiales, evocamos las relaciones comerciales, profesionales, familiares, de trabajo, amistades y círculo de influencias.
• Duelo por la pérdida de contacto con los compatriotas. Básicamente es el calor humano que se siente al estar rodeado de gente que, a la final, es como uno. Aunque en la población de cada país haya diferencias por razones sociales, educativas y/o económicas, son todos coterráneos y conocemos bien la idiosincrasia particular de la nación e inclusive las particularidades de los pobladores de diferentes regiones dentro del mismo país, ya sea de llaneros, capitalinos, de la costa, de la montaña, etc.
• Duelo por la pérdida de la seguridad física. El inmigrante se expone a riesgos tales como condiciones de trabajo, vivienda, salud, educación, stress diario, el resolver la situación inmigratoria que ponen en alto riesgo su seguridad y estabilidad personal.
El duelo del inmigrante es, pues, algo natural. Tan natural como el que sufrimos por la pérdida física de seres queridos. Ese duelo siempre estará con nosotros, nunca los olvidaremos. Simplemente aprendemos a vivir con su ausencia.
Oscar J. Franco O.
ofmediator@hotmail.com
Publicado en el Nuevo Herald, Miami Febrero 8, 2008
Manuel y Gloria ya han cumplido dos años de haber inmigrado, pero no han podido superar las consecuencias de la separación física y sentimental de su país, de los seres queridos y de los amigos. El duelo que genera haber abandonado todo y a todos les afecta fuertemente en sus vidas personales, familiares y en sus trabajos.
El autor Joseba Achotegui, dice: ``Duelo es un proceso de reorganización de la personalidad que tiene lugar cuando se pierde algo significativo para el sujeto. La gran mayoría de las personas que emigran lo hacen dentro de un marco de esperanza y de búsqueda de un mejor futuro para ellos y de ser el caso para sus hijos. Otros lo hacen en circunstancias agobiantes, por razones económicas, políticas y/o de seguridad personal que los obligan a tomar esa decisión.
En ambos casos, la realidad impone pérdidas que nos ocasionan duelos, los cuales afectan a unas personas más que a otras y de diferentes maneras. Inclusive, el stress que se vive, por la angustia del duelo, puede afectar la salud de las personas.
Los estudiosos de la materia han concentrado este síndrome del duelo del inmigrante en siete aspectos básicos.
• Duelo por la separación de familiares y amistades. Obviamente quedan atrás seres muy queridos, cónyuges, padres, abuelos, hijos, hermanos, et ad. Son afectos de intensa conexión, que son prácticamente imposible olvidar. Sin embargo es necesario superar el trauma de la pérdida del contacto directo.
• Duelo por la lengua materna. Son contadas las personas que emigran a países en los cuales se hable otro idioma y lo dominen. Muchos de los inmigrantes a EEUU manejamos el inglés con diferentes grados de eficiencia y fluidez, pero muy difícilmente como nuestra lengua materna. Esto impone limitaciones obvias.
• Duelo por la cultura. Será mayor o menor dependiendo del lugar donde uno se radique. Para el inmigrante latino no es lo mismo vivir en Miami, Florida, que en Omaha, Nebraska.
• Duelo por la pérdida de los paisajes, la tierra, el clima, el ambiente. Es común oír expresiones como ''en mi país el clima es mejor'', ''las playas son más lindas'', ''nada como mis montañas'', ''mi ciudad es mucho más agradable'', etc. Todas estas expresiones reflejan que estamos ligados afectivamente a la tierra en que crecimos. Para las personas los paisajes no están conformados únicamente de mar, sol, playa, campo, llano y montaña, se les suman recuerdos, vivencias y experiencias.
• Duelo por la pérdida del status social y profesional. Cuando emigramos dejamos atrás un abanico de factores que constituían nuestro entorno y abandonamos para integrarnos a una sociedad completamente diferente. Además de lazos sentimentales profundos y bienes materiales, evocamos las relaciones comerciales, profesionales, familiares, de trabajo, amistades y círculo de influencias.
• Duelo por la pérdida de contacto con los compatriotas. Básicamente es el calor humano que se siente al estar rodeado de gente que, a la final, es como uno. Aunque en la población de cada país haya diferencias por razones sociales, educativas y/o económicas, son todos coterráneos y conocemos bien la idiosincrasia particular de la nación e inclusive las particularidades de los pobladores de diferentes regiones dentro del mismo país, ya sea de llaneros, capitalinos, de la costa, de la montaña, etc.
• Duelo por la pérdida de la seguridad física. El inmigrante se expone a riesgos tales como condiciones de trabajo, vivienda, salud, educación, stress diario, el resolver la situación inmigratoria que ponen en alto riesgo su seguridad y estabilidad personal.
El duelo del inmigrante es, pues, algo natural. Tan natural como el que sufrimos por la pérdida física de seres queridos. Ese duelo siempre estará con nosotros, nunca los olvidaremos. Simplemente aprendemos a vivir con su ausencia.
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