lunes, 25 de mayo de 2009

Aqui soy un cero a la izquierda

Aquí soy un cero a la izquierda
Autor
Oscar J. Franco O.
¡Tenemos que reunirnos urgentemente!, me decía angustiada una señora, “Mi marido esta en estado depresivo, imagínese que se duerme y no digo se acuesta, porque pasa todo el día en la cama viendo televisión, a las 3 de la mañana y se despierta a las 11. Desayuna-almuerza, hace varias llamadas telefónicas a amigos y a pretendidos socios de negocios que lucían como excelentes oportunidades y que fueron muy determinantes en nuestra decisión de emigrar a este país, pero como siempre las noticias son negativas, mi esposo se desconsuela, prende la TV y el ciclo pernicioso se repite. Continuaba la señora, “La situación es apremiante, puesto que los intereses que devenga el capital que tenemos invertidos, ya prácticamente no cubren los compromisos de pago normales de la casa y las deudas que hemos adquirido desde que llegamos. Lo peor es que no la pasamos peleando y hasta hemos contemplado que el se regrese a nuestro país y yo me quede aquí en la Florida con los muchachos, quienes además no se quieren regresar.
Procedí a conversar con el señor en cuestión, quien accedió a que nos reuniéramos para utilizar la mediación como proceso de facilitación del conflicto familiar. En la mediación, la pareja a la cual ficticiamente llamare Jaime e Irene, mostraron evidencias de un conflicto que había escalado al punto de peligrosamente afectar la relación familiar. Jaime estaba verdaderamente frustrado con su situación profesional. “Aquí soy un cero a la izquierda”, me dijo molesto “En mi país tengo una posición ganada con 25 años de ejercicio profesional y títulos académicos de sobra, inclusive fui profesor de la materia durante 20 años, en la mas prestigiosa universidad. Cuento con el respeto, consideración, admiración y porque no decirlo la envidia de muchos profesionales del ramo. Basta con levantar un teléfono para resolver cualquier inconveniente. Nuestra vida social, ligada con los compromisos profesionales, me mantenía una agenda rigurosa pero placenteramente copada. Llegamos a este país hace 4 años, con excelentes planes de trabajo y desarrollo personal y profesional. Pero todo era una columna de humo. Nada se ha dado y he perdido un dineral. He pensado en regresarme a mi país, pero hace unos meses estuve allá y los contactos se perdieron, la gente esta en otra cosa, ni respondían mis llamadas y si lo hacían era para recordar viejos tiempos. ”.
Tristemente la situación que acabo de describir es mucho más común de que lo que se piensa y forma parte de lo que los estudiosos del comportamiento humano han denominado el duelo inmigratorio. Josa Atxotegui define al duelo como el proceso de reorganización de la personalidad que tiene lugar cuando se pierde algo que es significativo para el sujeto. Existen muchos tipos de duelo de los inmigrantes, como por ejemplo: el duelo por la familia y los amigos, por la cultura, por el idioma, por la tierra, y por el estatus. Obviamente, este último es el que afecta terriblemente a Jaime, profesional otrora exitoso, influyente y reconocido en su campo, quien súbitamente se enfrenta a la realidad de un anonimato en este país, el cual nunca contemplo como posibilidad.
Cuando emigramos dejamos atrás una pleyade de factores que constituían nuestro entorno y obviamente abandonamos, para integrarnos a una sociedad completamente separada de la que vivíamos. Aunque encontramos lo que buscábamos “una nueva vida”, generalmente queremos que se asemeje a la que teníamos en nuestro país, pero únicamente en todo lo que era positivo. Nos planteamos con gran optimismo la perspectiva de mejorar o mantener el estatus que disfrutábamos Lamentablemente, en la gran mayoría de los casos eso es sumamente difícil, más no imposible.
Como emigrantes dejamos atrás, además de lazos sentimentales profundos, bienes materiales que nos eran muy preciados y que eran producto de grandes esfuerzos. Sumémosles las relaciones comerciales, profesionales, familiares, de trabajo, amistades y circulo de influencias.
Aclaro que me refiero al flujo de un grupo inmigratorio que esta recibiendo esté país actualmente, el cual constituido de personas que disfrutaban de un nivel social, cultural y económico, que les permitió emigrar en condiciones inmesamnete diferentes a otras sociedades que se vieron forzadas a emigrar de su país en tiempos pasados, sin ningún bien ni capitales que le apoyara económicamente. Muy diferente también, es la dura experiencia de otros grupos, que se encuentra en condición inmigratoria irregular.
El problema es que las personas a las cuales me refiero, al tomar la decisión de emigrar no analizan y sopesan profundamente las consecuencias. Erróneamente se toma la actitud de que en el país de uno todo es negativo, nada sirve, no aguanto más, estoy harto y me voy. Olvidándose que se deja atrás mucho más que lo queremos dejar. Abandonamos lo que no es propio como integrantes de la sociedad del país del cual emigramos.
Como resultado de la mediación Jaime e Irene, concluyeron que la situación que vivian era producto del manejo poco apropiado del conflicto personal y familiar. Jaime internalizo su duelo y comprendió la necesidad de sobreponerlo. Amplio sus horizontes, realizo cursos de especialización que ofrecen excelentes universidades, dirigidos especialmente a profesionales de otros países que se han radicado en la Florida. Se relaciono con otras personas establecidas en su campo y actualmente desarrolla interesantes proyectos. En otras palabras comprendió que lo que quedo atrás, atrás quedo. Por supuesto utilizo su excelente y amplia experiencia profesional y vivencias anteriores, para labrarse el presente, que en unión con su familia, será la base del futuro que todos soñaron cuando tomaron la dura decisión de emigrar. ¡Ahora es un cero a la derecha!

Al fin tengo la "green card"

Verde, pero no de envidia.
Oscar J. Franco O.
ofmediator@hotmail.com
Con el corazón a millón, invocando a todos los santos, Pedro abrió el buzón de correo. Busco hasta que encontró la carta que tenia meses esperando.
Con las manos sudorosas, la abrió y vio el tríptico “Welcome to the USA’. Sus ojos no se convencían, pero era verdad, habían recibido la hiperfamosa “Green Card”, o sea la
“Permanent Resident Card”.
Con lagrimas de alegría grito. Mariaaaaaaa, chamossssss, vengan. La familia entre asustada y asombrada por los gritos del papa, corrieron a la sala. Maria al ver el correo, dijo: “Que emoción, llego el pasaje para que mama venga a visitarnos tres meses”. Era lo único que ha Pedro le hubiese podido empañar el momento, pero fue fuerte y dijo:
“Lamentablemente no, pero es algo parecido. Nos llegaron las green cards. Somos residentes permanentes de los Estados Unidos de América.
Pedrito, el hijo mayor, como siempre muy observador dijo: “Papi estas equivocado esas no son las green card, fijate bien son blancas. A Pedro casi le da un infarto “Aquí dice que somos residentes permanentes, no vengas con eso”. Por si acaso llamo a su abogado, quien le dijo que efectivamente esas tarjetas fueron en su inicio verdes, pero el color lo habían cambiado.
Tranquilizado, Pedro reacciono como todo varón latinoamericano que se precie y aunque eran las 10:30 de la mañana, anuncio: ¡Esto merece un trago!, Maria, sírveme un güisqui. Ella lo vio con cara de pocos amigos, pero no quiso complicar la situación con un conflicto.
La celebración se prolongo y al día siguiente, Pedro se despertó a las 11 de la manana, con la madre de todos los dolores de cabeza. Después de la sopita de pollo y las aspirinas, el flamante residente permanente, se acordó del porque de la celebración.
Pedro, hablo con su esposa, le pidió disculpas por haberse pasado de palos y por lo que dijo e hizo la noche anterior. Aunque no se acordaba de nada, seguramente había metido la pata. “Mi amor, al fin somos residentes, que tranquilidad, logramos nuestro objetivo, dame un abrazo”.
Media hora después (fue un largo abrazo), Pedro me llamo: “Nos llego la residencia, estamos contentísimos”. Después de que lo felicite, le pregunte que planes tenía para el futuro. “El lunes en la mañana voy a Caracas y me regreso en la tarde”.
¿Y eso, alguna emergencia familiar o de trabajo? “No pana, es que me quiero dar el gusto de cuando regrese al aeropuerto de Miami, en vez de calarme la supercola de visitantes y las miradas sospechosas del oficial de inmigración, las preguntas suspicaces y que me manden al cuartito; entrar al país por la cola de ciudadanos y residentes. Que los otros pobres mortales con visas B1, HB1, H4, L1, L2, WBZ, HY127 o como le digan, a las sopotocientos visas que existen, se mueran de envidia.”
“Tu sabes, nosotros los residentes, no tenemos esos rollos” me dijo riéndose con ganas del chiste.
La alegría de Pedro, refleja la culminación de los años, de esfuerzo personal, familiar, laboral y económico, que hacemos todos los que decidimos emigrar a este país.
Solo nosotros sabemos lo complicado, angustiante y onerosos que resultan los trámites. Vivimos con la angustia de que cada día las puertas para ingresar legalmente, se cierran mas y mas, complicando las posibilidades de lograr la residencia y eventualmente la ciudadanía.
Entendemos que la tragedia del 9/11, obligo con toda razón, a las autoridades de inmigración a ser mucho mas exigentes, por eso nos esmeramos en cumplir con la ley para obtener la residencia.
Solo espero que quienes lean esta anécdota y estén en la agridulce espera de resolver su situación inmigratoria, no se desanimen y continúen con tesón en el esfuerzo.
Pedro, por fin eres verde. Dios te bendiga.