domingo, 30 de diciembre de 2007

Verde, pero no de envidia.

Verde, pero no de envidia.
Oscar J. Franco O.
ofmediator@hotmail.com
Con el corazón a millón, invocando a todos los santos, Pedro abrió el buzón de correo. Busco hasta que encontró la carta que tenia meses esperando.
Con las manos sudorosas, la abrió y vio el tríptico “Welcome to the USA’. Sus ojos no se convencían, pero era verdad, habían recibido la hiperfamosa “Green Card”, o sea la
“Permanent Resident Card”.
Con lagrimas de alegría grito. Mariaaaaaaa, chamossssss, vengan. La familia entre asustada y asombrada por los gritos del papa, corrieron a la sala. Maria al ver el correo, dijo: “Que emoción, llego el pasaje para que mama venga a visitarnos tres meses”. Era lo único que ha Pedro le hubiese podido empañar el momento, pero fue fuerte y dijo:
“Lamentablemente no, pero es algo parecido. Nos llegaron las green cards. Somos residentes permanentes de los Estados Unidos de América.
Pedrito, el hijo mayor, como siempre muy observador dijo: “Papi estas equivocado esas no son las green card, fijate bien son blancas. A Pedro casi le da un infarto “Aquí dice que somos residentes permanentes, no vengas con eso”. Por si acaso llamo a su abogado, quien le dijo que efectivamente esas tarjetas fueron en su inicio verdes, pero el color lo habían cambiado.
Tranquilizado, Pedro reacciono como todo varón latinoamericano que se precie y aunque eran las 10:30 de la mañana, anuncio: ¡Esto merece un trago!, Maria, sírveme un güisqui. Ella lo vio con cara de pocos amigos, pero no quiso complicar la situación con un conflicto.
La celebración se prolongo y al día siguiente, Pedro se despertó a las 11 de la manana, con la madre de todos los dolores de cabeza. Después de la sopita de pollo y las aspirinas, el flamante residente permanente, se acordó del porque de la celebración.
Pedro, hablo con su esposa, le pidió disculpas por haberse pasado de palos y por lo que dijo e hizo la noche anterior. Aunque no se acordaba de nada, seguramente había metido la pata. “Mi amor, al fin somos residentes, que tranquilidad, logramos nuestro objetivo, dame un abrazo”.
Media hora después (fue un largo abrazo), Pedro me llamo: “Nos llego la residencia, estamos contentísimos”. Después de que lo felicite, le pregunte que planes tenía para el futuro. “El lunes en la mañana voy a Caracas y me regreso en la tarde”.
¿Y eso, alguna emergencia familiar o de trabajo? “No pana, es que me quiero dar el gusto de cuando regrese al aeropuerto de Miami, en vez de calarme la supercola de visitantes y las miradas sospechosas del oficial de inmigración, las preguntas suspicaces y que me manden al cuartito; entrar al país por la cola de ciudadanos y residentes. Que los otros pobres mortales con visas B1, HB1, H4, L1, L2, WBZ, HY127 o como le digan, a las sopotocientos visas que existen, se mueran de envidia.”
“Tu sabes, nosotros los residentes, no tenemos esos rollos” me dijo riéndose con ganas del chiste.
La alegría de Pedro, refleja la culminación de los años, de esfuerzo personal, familiar, laboral y económico, que hacemos todos los que decidimos emigrar a este país.
Solo nosotros sabemos lo complicado, angustiante y onerosos que resultan los trámites. Vivimos con la angustia de que cada día las puertas para ingresar legalmente, se cierran mas y mas, complicando las posibilidades de lograr la residencia y eventualmente la ciudadanía.
Entendemos que la tragedia del 9/11, obligo con toda razón, a las autoridades de inmigración a ser mucho mas exigentes, por eso nos esmeramos en cumplir con la ley para obtener la residencia.
Solo espero que quienes lean esta anécdota y estén en la agridulce espera de resolver su situación inmigratoria, no se desanimen y continúen con tesón en el esfuerzo.
Pedro, por fin eres verde. Dios te bendiga.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Que bueno esta el articulo, se pasa mucho trabajo, para conseguir la residencia. La historia es divertida, no dudo que haya pasado